viernes, 18 de enero de 2013




Desde la playa del Puerto ( estuve hace poco), Cádiz se veía como un ser que se estaba bañando.  Su perfil irregular y la punta en la que la ciudad se precipitaba al mar, la hacían parecerse a un animal que buscando el agua, había llegado, como sediento. Parecía al verla desde allí, que este ser estaba apunto de partir, pero por lo visto había decidido no hacerlo. Durante este intervalo su cuerpo se había llenado de calles, de plazas, de gente que la recorrían.  Sus movimientos habían sido de todo tipo; Hubo un momento, hace mucho, en el que como una corriente, las personas se movían con los ciclos del sol y las mareas, llegaban como llegan las cosas perdidas en la mar: un día sin más aparecían en la orilla, allí se saludaban, se revolcaban, se impregnaban de nuevos aromas, para luego en el giro de otra ola, marcharse para siempre.

Últimamente los movimientos de las personas que atravesaba a este ser se habían convertido en algo más pendular, y la fuerza que movía las mareas había sido olvidada. El cambio fue progresivo, los relojes marcaron el principio, y ahora el tiempo se había convertido en pura velocidad, tanta  que ni los relojes llegaban a entender.

Este péndulo había afectado a todas los lugares del mundo, y muchas de las personas lo integraban en sus andares, en sus sentires, de este modo se perdían, en el más puro espacio de la pérdida: la nada. Este nuevo sistema había hecho que la marea, se hubiese vuelto más triste y llegaran personas de que en este giro acelerado, se habían perdido, y ahora solo necesitaban calor.

Aún así cada día se oía el ritmo de las mareas, nada había cambiado, el Sol seguía su misma ruta, y cambiar de ritmo solo consistía en cambiar de paso y regalar el calor del sol , de eso supongo que saben los pescadores, las viejas y los niños ( como se dice en los cuentos)

Esta es la historia que yo me imaginaba, mientras veía a este "bicho" desde fuera. Mientras el tipo del bar, nos puso Cesaria Évora, mientras el sol se bañanaba para salir por Japón nuevito, al son de "Bésame mucho" fuí testigo de ese beso entre el agua, la tierra y el sol. Si Cádiz saliese a navegar en ese mismo momento, me enrolaba.





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