El continente donde ocurre la realidad, no cuenta con
límites, temporales o espaciales que nos permitan, medir o interpretar más allá
de un consenso. Es este el ámbito de la cosa pública, en el sentido más amplio
que se le pueda aplicar a sus manifestaciones.
A su vez, el paso de la percepción individual a la esfera de
lo social es un viaje con retorno a su punto de origen. A lo largo de este
viaje es donde la vida se instala, siendo en su ejecución, (en el sentido más
vivo de la palabra) cuando podemos participar en cómo, y para qué queremos que
lo social retorne a nuestro cuerpo y a nuestras acciones. Esto no solo será una
cuestión de actitud, sino por supuesto de una base económica y material determinada,
así como de un contexto social.
En este momento y por
ser el aspecto que encuentro que serviría como punto de partida para generar
diversidad a la vez que consenso, considero que es la certeza de la finitud de
la vida individual la que nos une, más allá de género, nacionalidades, edad o
cualquier baremo estadístico.
Los embistes o los beneficios del retorno de lo social a la
propia existencia, cuentan con diferencias a la hora de hacerse presentes en
los individuos. El éxito del sistema capitalista y financiero en el que nos
encontramos, podría tener su sentido en cómo este es capaz, (una vez que se
controla y se juega a su, y con su favor) de sustituir las consecuencias de lo
social en lo individual, sobre todo si estas son desfavorables, hasta hacerlas
asépticas, seguras e incluso invisibles. Como reverso de la misma lógica,
encontraríamos la exageración hasta el éxtasis de situaciones que desarraigan
conscientemente la vida, de lo cotidiano, hasta generar incluso una fobia por
este aspecto.
¿Qué ocurre con la energía que en términos de entropía queda
latente a la espera de volver al individuo, y por tanto: qué ocurre durante la
vida? – En este caso se genera un
impacto exponencial para el individuo “no protegido” por el sistema capitalista.
El impacto, en caso de la protección artificial del capitalismo no fuese privilegio,
resultaría un elemento cooperante en la circulación hacia el retorno de lo
social al individuo con la consecuente integración de este paso a la hora de la
comprensión vital.
Las herramientas de la crítica, la autocrítica, la conversación
real, la confrontación, la desobediencia, así como el fundamentar nuestras
relaciones de cooperación en el tiempo y el conocimiento mutuo a partir de
momentos no construidos sobre bases económicas, ¿ podrían generar una
modificación de las necesidades que ahora se ven sometidas al miedo, y por
tanto a la necesidad de un respaldo económico?
Estas preguntas no esperan de una utopía para ser
contestadas, más bien de un acto, que supondría atravesar nuestros propios
límites, y la necesidad de que estos queden asegurados, no hablo de necesidades básicas, como salud, vivienda, y educación, sino de aquellos espacios artificiales que responden a necesidades generadas por imperativos ajenos a la vida. Una vez detectados y analizados, lo siguiente sería pararse y tener el tiempo para sentir los
efectos de esta decisión.